La
relación con los clientes no siempre es un camino de rosas y lo sencillo se suele complicar, por ello, es esencial actuar prevenidos y establecer ciertos
límites que marquen una buena dinámica de trabajo.
En este artículo voy a referir ciertas cautelas que, particularmente, nunca me salto en mi relación con los clientes:
Evita
la gratuidad:
Tu trabajo es un servicio especializado que requiere una formación específica y ciertos gastos. Ofrecer gratuidad desmerece y perjudica seriamente la profesión. Por tanto, desde la primera reunión deberías transmitir con firmeza el valor que aportas y cobrar tus honorarios con naturalidad. No tires por tierra tu trabajo ni rebajes tus expectativas económicas.
Nuestros servicios son de medios, no puedes garantizar el éxito de un caso, pues el resultado dependerá de factores externos, como pruebas y decisiones judiciales, por ello, cobrar a éxito no suele ser una buena idea, y dejar de cobrar por haber perdido es subestimar tu trabajo.
Honorarios
justos, alineados con el valor de la profesión y el trabajo encomendado: No te pilles
los dedos:
Tus honorarios deben reflejar la calidad y complejidad que comportará el encargo, ajustándolos a los estándares de la profesión. Reducir los precios de forma significativa puede proyectar inseguridad o falta de profesionalidad. A la hora de establecer unos honorarios piensa las incidencias y recursos (normalmente reposición) que suelen complicar todo proceso. Considera, asimismo, la posibilidad de ciertas sorpresas por parte de tus clientes. Recuerda que nunca lo cuentan todo.
Lo que parecía un caso sencillo puede convertirse en un asunto farragoso.
Hoja
de encargo y documentación rigurosa:
Una hoja de encargo clara, que detalle los servicios, honorarios, plazos y responsabilidades, es esencial para evitar conflictos. Además, te protegerá ante posibles reclamaciones del cliente, como “no me lo explicaste” o “esos no fueron los honorarios pactados”.
Horarios
definidos y citas previas para cada consulta:
Tu tiempo es valioso y debes gestionarlo con orden y concierto. Establece horarios de atención telefónica y agenda las consultas y reuniones.
Tu trabajo es un servicio especializado que requiere una formación específica y ciertos gastos. Ofrecer gratuidad desmerece y perjudica seriamente la profesión. Por tanto, desde la primera reunión deberías transmitir con firmeza el valor que aportas y cobrar tus honorarios con naturalidad. No tires por tierra tu trabajo ni rebajes tus expectativas económicas.
Nuestros servicios son de medios, no puedes garantizar el éxito de un caso, pues el resultado dependerá de factores externos, como pruebas y decisiones judiciales, por ello, cobrar a éxito no suele ser una buena idea, y dejar de cobrar por haber perdido es subestimar tu trabajo.
Tus honorarios deben reflejar la calidad y complejidad que comportará el encargo, ajustándolos a los estándares de la profesión. Reducir los precios de forma significativa puede proyectar inseguridad o falta de profesionalidad. A la hora de establecer unos honorarios piensa las incidencias y recursos (normalmente reposición) que suelen complicar todo proceso. Considera, asimismo, la posibilidad de ciertas sorpresas por parte de tus clientes. Recuerda que nunca lo cuentan todo.
Lo que parecía un caso sencillo puede convertirse en un asunto farragoso.
Una hoja de encargo clara, que detalle los servicios, honorarios, plazos y responsabilidades, es esencial para evitar conflictos. Además, te protegerá ante posibles reclamaciones del cliente, como “no me lo explicaste” o “esos no fueron los honorarios pactados”.
Tu tiempo es valioso y debes gestionarlo con orden y concierto. Establece horarios de atención telefónica y agenda las consultas y reuniones.
Recuerda: una cosa es dispensar una buena atención y seguimiento del
proceso y, otra muy diferente, compelerse a los excesos de clientes que “quieren
todo para ahora” y reclaman información cada cinco minutos o en horarios intempestivos.
Comunicación
formal y estructurada:
Las comunicaciones con el cliente deben canalizarse preferiblemente a través del correo electrónico o reuniones, evitando el uso excesivo de aplicaciones de mensajería como WhatsApp. Estas plataformas, aunque prácticas, pueden generar malentendidos o dificultar el intercambio de documentación del caso. Si se utilizan, debe aclararse que no son el canal principal y que las decisiones relevantes se formalizarán por correo electrónico.
Revisión
conjunta de la demanda, contestación y recursos:
Los escritos importantes en los que se expliquen los hechos, deben revisarse previamente por el cliente para que confirme si se han reflejado con precisión todas las vicisitudes y objetivos del caso. Esta práctica evita sorpresas, posteriores cambios de versión, un “no te dije eso” o “aquello sucedió de modo diferente”.
Recuerda: algunos clientes son auténticas cajas de sorpresas, cambian de versión varias veces, no aportan desde el principio toda la información ni todos los elementos probatorios, etc. Para ello, puedes introducir una cláusula en la hoja de encargo que advierta la necesidad de que suministren toda la información desde el inicio, a fin de salvaguardar tu profesionalidad.
Consentimiento
expreso para interponer recursos
La decisión de interponer recursos debe tomarse tras informar al cliente sobre las probabilidades de éxito, los costes y las implicaciones. Obtener su consentimiento por escrito garantiza que comprende las consecuencias y evita malentendidos futuros.
Independencia
profesional:
Si bien la regla número uno del abogado es escuchar los objetivos del cliente, una vez en el juzgado, la estrategia y dirección técnica la asumes tú conforme a tu ética y deontología profesional. Por tanto, no tienes por qué dejarte llevar por exigencias que no compartes ni dejar que sea el cliente el que marque tu hoja de ruta. Este aspecto debe quedar muy claro desde el inicio de la relación profesional.
Límites
ante las conductas inadecuadas del cliente:
Si el cliente miente, cambia su versión de los hechos o intenta introducir pruebas falsas, tienes la obligación ética de reconsiderar tu continuidad en la dirección del asunto. No sientas incomodidad ni perjudiques tu reputación. Si es necesario, renuncia o rescinde el contrato por falta de confianza.
No
bajes la guardia:
Aunque tengas una maravillosa relación de confianza con tu cliente, jamás bajes la guardia, no no hables mal de otros compañeros ni de los operadores jurídicos.
Presta atención en todas tus reuniones al móvil, pues el cliente puede estar grabando tu asesoría. Registra por escrito todas las comunicaciones importantes e informaciones de interés, a fin de salvaguardar tu dirección del asunto y consentimientos del cliente.
Recuerda,
poner límites dignifica la profesión, reafirma tu profesionalidad y evita
malentendidos.
Las comunicaciones con el cliente deben canalizarse preferiblemente a través del correo electrónico o reuniones, evitando el uso excesivo de aplicaciones de mensajería como WhatsApp. Estas plataformas, aunque prácticas, pueden generar malentendidos o dificultar el intercambio de documentación del caso. Si se utilizan, debe aclararse que no son el canal principal y que las decisiones relevantes se formalizarán por correo electrónico.
Los escritos importantes en los que se expliquen los hechos, deben revisarse previamente por el cliente para que confirme si se han reflejado con precisión todas las vicisitudes y objetivos del caso. Esta práctica evita sorpresas, posteriores cambios de versión, un “no te dije eso” o “aquello sucedió de modo diferente”.
Recuerda: algunos clientes son auténticas cajas de sorpresas, cambian de versión varias veces, no aportan desde el principio toda la información ni todos los elementos probatorios, etc. Para ello, puedes introducir una cláusula en la hoja de encargo que advierta la necesidad de que suministren toda la información desde el inicio, a fin de salvaguardar tu profesionalidad.
La decisión de interponer recursos debe tomarse tras informar al cliente sobre las probabilidades de éxito, los costes y las implicaciones. Obtener su consentimiento por escrito garantiza que comprende las consecuencias y evita malentendidos futuros.
Si bien la regla número uno del abogado es escuchar los objetivos del cliente, una vez en el juzgado, la estrategia y dirección técnica la asumes tú conforme a tu ética y deontología profesional. Por tanto, no tienes por qué dejarte llevar por exigencias que no compartes ni dejar que sea el cliente el que marque tu hoja de ruta. Este aspecto debe quedar muy claro desde el inicio de la relación profesional.
Si el cliente miente, cambia su versión de los hechos o intenta introducir pruebas falsas, tienes la obligación ética de reconsiderar tu continuidad en la dirección del asunto. No sientas incomodidad ni perjudiques tu reputación. Si es necesario, renuncia o rescinde el contrato por falta de confianza.
Aunque tengas una maravillosa relación de confianza con tu cliente, jamás bajes la guardia, no no hables mal de otros compañeros ni de los operadores jurídicos.
Presta atención en todas tus reuniones al móvil, pues el cliente puede estar grabando tu asesoría. Registra por escrito todas las comunicaciones importantes e informaciones de interés, a fin de salvaguardar tu dirección del asunto y consentimientos del cliente.
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